lunes, 2 de diciembre de 2013

Cómo dar las papillas

La Academia Americana de Pediatría en el libro “El cuidado y la educación del niño hasta los 5 años” Ediciones Medici 2001 aconseja: “Empiece ofreciéndole media cucharadita o menos (un cuarto de una cucharadita de potre) y vaya hablándole durante todo el proceso (Mmmm, qué rico está). Probablemente la primera y la segunda vez su hijo no sabrá qué hacer. Puede parecer confundido o molesto, arrugar la nariz, empezar a darle vueltas a la comida dentro de la boca o rechazarla por completo (…) por mucho que se esfuerce, la mayor parte de las primeras papillas que le de a su hijo están predestinadas a saírsele de la boca, manchándole la cara y el babero. Por ello, deberá empezar dándole muy poca cantidad de alimento e ir incrementando la dosis hasta que se acostumbre”. Mi propia pediatra recomienda ir aumentando la cantidad que se le ofrece al bebé a razón de una cucharadita de postre más al día. Pero atención: lo que se le “ofrece” no lo que el bebé come. En la propia nota en la que se explica cómo preparar la comida se especifica bien claro que la cantidad final vendrá determinada por el apetito del propio niño, y que tras la papilla se ofrezca leche. En cuanto a las niñas y niños con Down a mayores hay que tener en cuenta otras cuestiones. En primer lugar el bebé con Down puede tardar más que otros bebés en estar preparado para comenzar con la alimentación complementaria. Si bien la mayoría de los niños normales pierden el reflejo de extrusión en torno a los cuatro meses (según el libro de la AAP señalado más arriba), los pequeños con Down pueden tardar mucho más en perder los distintos reflejos. Por ejemplo Martín tardó mucho en perder reflejos tales como el de reptación y el reflejo plantar. Estos dos reflejos sé que tardó en perderlos porque me lo comentaron como curiosidad distitos profesionales. Otros quizás no me enteré. Cliff Cunningham, en su libro “El Síndrome de Down una introducción para padres”, señala que “la gran mayoría de estos bebés no tienen dificultad para empezar a ingerir comida sólida, pero pueden tardar más tiempo en aprender a utilizar la lengua para empujar la comida hacia la parte posterior de la boca y tragar, en vez de llevar la lengua hacia atrás y hacia adelante como se hace al succionar el pezón. Si se encuentra con estos problemas, intente presionar la cuchara hacia abajo suavemente sobre la lengua y presionar la barbilla hacia arriba. Esto normalente hace que la lengua se mueva hacia atrás, llevando la comida consigo”. Otra aportación muy interesante es la que se hace desde la Asociación para el tratamiento de niños y jóvenes con Síndrome de Down de Murcia: “Cuando empiece a darle alimentos con cuchara, procure no vaciar ésta en la boca del niño; más bien, debe usted poner la cuchara entre los labios y esperar a que el niño haga intentos por quitar el alimento con el labio superior y, más adelante, con un cierre más completo de los labios. Abra la boca para que el niño imite sus movimientos. (…) En el caso de que el niño saque la lengua, trate de presionarla un poco hacia abajo con la cuchara”.(Programa de Atención Temprana, Intervención en niños con Síndrome de Down y otros problemas de desarrollo, ASSIDO 2010). Resumiendo y aportando mi propia experiencia, yo me tomé el comienzo de la alimentación complementaria con mucha calma. No le dimos papillas a Martïn hasta que tenïa cumplidos los seis meses. Al principio lo tomamos como un juego más, dejándole chupar la cuchara y ensuciarse con la papilla como si jugase con cualquier otra cosa (todo lo llevan a la boca). Después comenzamos ofreciéndole las cucharadas de la siguiente manera: con una cucharilla llena sólo hasta la mitad, la acercaba a sus labios tocando el labio inferior con la punta para invitar a abrir la boca, mientras yo abría la mía ostensiblemente para que me imitase. Cuando él abría la boca yo introducía la cuchara empujando suavemente su lengüita hacia atrás y esperaba a que cerrase la boca para sacar la cuchara. A nosotros no nos hacía falta hacer nada especial para que tragase. Pero recuerdo que a los ocho o nueve meses comer todavía era sólo un juego y lo que entraba para dentro era bien poco. Es cierto que estaba gordito, pero engordó con la leche materna, una vez que lo operaron del corazón. Una buena amiga mía recuerda que a los 10 meses su hijo comía una cantidad de papilla que cabía en un carrete de fotos (literalmente, ya que ella los usaba de tuper). Y eso que su hijo es un niño sin Down ni ningún otro problema parecido. Por último hay que tener en cuenta que el crecimiento de un bebé con Síndrome de Down no responde a los mismos patrones que el de los niños normales. Por eso existen tablas de crecimiento específicas para bebés con Síndrome de Down. No deje que su pediatra le diga que su hijo tiene un percentil inadecuado si ni siquiera utiliza una tabla apropiada.

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